En 1960 se realizaron los Juegos Olímpicos en Roma. Allí un joven boxeador asombró a los presentes por su capacidad y velocidad que lo llevaron a ganar la ansiada medalla dorada.
Su nombre era Cassius Clay y era un hombre negro habitante de Lousiana en Estados Unidos, en la dura época del segregacionismo. Por su color de piel no podía viajar o comer en algunos lugares públicos reservados solamente a la gente de piel blanca.
En 1974 en Zaire, Muhamad Alí vencía a George Foreman y recuperaba el título mundial, ante un público completo de raza negra que le cantaba matalo Alí, en la lengua del país: Alí bomaye.
En el transcurso entre esos 14 años Alí no sólo mutó su nombre desde Cassius, sino que vivió la conquista del título mundial pesado ante Sonny Liston y la pérdida de ese cinturón por no ir a la guerra.
Cuando se negó a participar de la guerra en Vietnam, lo despojaron de su título y su licencia de boxeador.
En 1971 luego de que le devolvieran aquella licencia, justicia mediante, protagonizó con Joe Frazier la “pelea del siglo”, aquí en Argentina en el momento de la pelea se paralizó todo como en la final de un mundial de fútbol.
Alí fue un boxeador controversial, luchador por los derechos civiles especialmente de las personas de raza negra, pero cruel y burlón con sus rivales aún con aquellos que lo ayudaron en su momento como Frazier.
Fue protagonista de peleas extraordinarias y verdaros fiascos ante rivales de poca monta.
En este 2016 falleció luego de padecer durante años el mal de Parkinson. En Estados Unidos y el mundo lo reivindican como un lider de los derechos civiles, como un luchador.
En una vida tan compleja y especial como la suya, el inicio de toda la gloria comenzó allí en Roma, cuando ese jovencito elegante y veloz maravilló al mundo boxístico con un talento inigualable, quizás el del mejor boxeador que haya pisado alguna vez un ring.
A partir de ahora su historia será leyenda.