Un 24 de agosto, pero de 1970, hace cincuenta años, aparecía “Handball”, la primera revista especializada del balonmano argentino.
(Fuente: CAH)
Eran épocas en las que nuestro deporte sufría una indiferencia casi absoluta de parte de los medios de prensa masivos y en las que la Federación Argentina carecía de toda estructura de comunicación que pudiese trabajar para modificar ese estado de cosas.
La idea fue del entonces Secretario de la entidad, Nicolás Feller, cuya iniciativa fue aprobada por el Congreso realizado en Montecarlo, Misiones, el 11 de julio, mientras se disputaba allí el primer Torneo Argentino.
Bajo la presidencia del titular de la FAH, Guillermo Bauer e integrado por los delegados Manuel Álvarez (Capital Federal), Carlos Maletti (Misiones), Raúl Bertolo (Mendoza), Hans Mortenesen (Buenos Aires-Necochea); Nicolás Feller, Juan Carlos Rennis y Ángel González (FAH), en calidad de Invitados: Ricardo Mast, Ruiz y Carlos Barrera ( Árbitros) y con la presencia de otros miembros de las delegaciones participantes, esa asamblea histórica resolvió, entre otras cosas trascendentes para el futuro de la especialidad, “tomar medidas para mejorar la promoción y publicidad del deporte, entre ellas, la atención prioritaria de la difusión a través de los medios de prensa en cada ciudad y la publicación de una revista especializada que editará la FAH” (del acta del Congreso).
Todo lo que vino después tuvo mucho de romanticismo extremo e ingenuo, casi incomprensible para los tiempos tecnológicos que corren, pero concretado con responsabilidad y muchas ganas. El primer número de “Handball” fue una humilde edición mimeografiada de diez páginas tamaño carta y títulos hechos a mano con punzón. Su tiraje fue de cincuenta ejemplares. La imprimía el párroco de la Iglesia Santa Amelia, en
Almagro sur, a cambio de «lo que puedan, muchachos».
La tapa reproducía grabados recortados con tijera de un folleto francés que promocionaba el Campeonato Mundial que se había jugado allí en febrero y que vaya uno a saber cómo había aparecido en la oficina de la FAH.
Fue diagramada de ese modo artesanal por Ángel González, quien sumó a su tarea de Secretario Administrativo la de colaborador periodístico, junto a los flamantes Secretario de Prensa y Empleado Administrativo, respectivamente, Juan Carlos Rennis, que redactaba, y Miguel Zaworotny, quien acercaba novedades y auxiliaba en la distribución a través de los delegados de los clubes. Algunos otros nombres en el staff aparecían sólo para disimular que la revista se hacía apenas entre dos o tres personas.
Aquella primera propuesta estuvo dedicada íntegramente a comentar el Torneo Argentino; las siguientes ediciones, algunas con la novedad de utilizar papel amarillo rabioso, comenzaron a reflejar toda la actividad nacional y metropolitana.
A pesar de las limitaciones, la repercusión fue muy buena. Esto alentó a la Federación a redoblar la apuesta y, desde el número 5 en adelante, la tirada se duplicó, se adoptó la medida 16×22 y pasó a imprimirse por fotoduplicación en la Imprenta Watman, que aún existe, justo frente al edificio de la AFA, en el que funcionaba la oficina de la FAH. Con esto llegaron las fotos, los títulos armados prolijamente con Letraset (un sistema de letras autoadhesivas muy utilizado por entonces en los ámbitos escolares y comerciales), algo de color en las tapas, entrevistas y coberturas especiales, como la “superproducción” que se hizo para la Copa Latina jugada en Buenos Aires.
Se sumó Alfredo Beherens, que no era “del palo”; lo suyo era el boxeo y el fútbol, llegó por amistad personal y se hizo amigo del handball. Le dio el toque profesional que tal vez estaba faltando. Esto y los aportes de avisadores, algunos dinerarios, otros por “gentilezas” o canje, muy cercanos todos, permitieron ese crecimiento.
La aventura se extendió durante veintinueve ediciones y dos extras. Llegó hasta diciembre de 1975. Fue una publicación oficial, es cierto, pero en la que nunca dirigente alguno señaló qué se podía decir o qué era mejor omitir.
Vinieron luego otras revistas. Algunas periodísticamente superiores, todas más lujosas; varias producidas por escribas noveles que, con el tiempo, serían prestigiosos; todas hechas con el mismo entusiasmo, pero ninguna editó tantos números ni sobrevivió tanto tiempo como “Handball”.
Después llegaron los programas de radio, la televisión desde los noventa, las páginas web que cambiaron todo y las redes sociales que, de un día para otro, convirtieron en viejo lo nuevo. Y con esa movida, una gran camada de jóvenes profesionales que hicieron que hoy se pueda hablar, sin dudas, de “periodismo especializado”, con todo lo que ello implica. “Handball” fue un punto de partida. Cada tanto aparece por allí algún ejemplar rescatado de
entre los recuerdos del padre o del abuelo de las generaciones actuales. Sirve para contarles cómo era el balonmano de entonces, vale para tender un puente entre aquello y hoy. Sigue siendo un testimonio valioso. Fue la primera. Es «Handball» y le estamos agradecidos.