A 50 años del primer Argentina-Brasil, una mirada al clásico que llegó a ser olímpico en Tokio
(Fuente: CAH; Juan Carlos Rennis – Historia y Estadísticas CAH)
Pocos días atrás nuestro clásico sudamericano de balonmano se graduó como olímpico en un partido atípico. Brasil llegó a sacar 12 goles de renta pero un increíble parcial 10-0 favorable a Argentina terminó por ofrecer un final apretado y emocionante, tal como se ha dado en, la casi totalidad, de los enfrentamientos que han sostenido ambas selecciones a lo largo de los años.
En Tokio 2020 lo ganó Brasil 25:23 para ampliar las diferencias en un historial que marca que ambos conjuntos se han enfrentado en 70 oportunidades con 37 triunfos para la veredeamarela, 4 empates y 29 victorias para la albiceleste. Quiere la historia que este hito olímpico coincida, casi exactamente, con el cincuentenario del primer partido entre ambos rivales que tuvo lugar en el estadio Ibirapuera de San Pablo el 16 de agosto de 1971.
Con anterioridad, en las épocas del Handball de campo, se habían jugado apenas dos encuentros con el Combinado Paulista debido a que la práctica del “handebol” se concentraba en el Estado de Sao Paulo. Fueron sendos empates 3:3 en Brasil en 1952 y 4:4 en el Gasómetro de Av. La Plata al año siguiente.
Ya en los setenta conducía la Federación Argentina Guillermo Bauer, quien desde que asumiera la presidencia, a principios de la década, había señalado que la inserción internacional del handball local sería, junto a su federalizacion, una de las dos metas de su mandato. Aprovechando contactos que tenían SEDALO, River y Ateneo San Rafael en Brasil, se gestionó el acuerdo para la disputa del trofeo, que iba a denominarse “Challenge” (Desafío), pero que terminó siendo la “Taça Challanger” o “Challenger” (Desafiante) por un error de los diarios paulistanos que luego se generalizó.
Se había pactado la realización de dos encuentros, pero la dirigencia local dispuso que la Copa se jugaría en uno solo y agregó un par de amistosos previos, enfrentando al Tenis Clube Paulista (subcampeón) y al poderoso Pinheiros (multicampeón de San Pablo), entidades que colaboraban en la organización con la Federación Paulista. La propuesta brasileña fue aceptada para no malograr la disputa de la incipiente competición y consolidarla hacia el futuro.
La delegación nacional fue presidida por Robert Unzner, con la conducción técnica de Juan Carlos Basualdo, asistente de Alfredo Miri, quien no pudo viajar por motivos laborales y la integraron Ricardo Hegemberger; Enrique Boy; Raim Toost; Guillermo Rodríguez y Diego Pawelski (de Villa Ballester);Jorge Costa; José Torres; Oscar Raggio; José Márquez y Norberto Panizzo (de INEF Romero Brest); J. Martínez y R. Mogdan (Lomas); Horacio García (Ateneo San Rafael) y Alejandro Chale (Mendoza).
El 14 de agosto Argentina venció 16:14 al Tenis Clube y al día siguiente cayó 19:20 ante Pinheiros, guardando energías para el partido copero. Finalmente, el 16, Brasil y Argentina se vieron las caras por primera vez jugando balonmano de sala en el imponente Ibirapuera ante un público estimado en cerca de 5000 personas. Hubo transmisión de televisión y buena repercusión en la prensa gráfica. Una ovación saludó el ingreso del equipo visitante portando la bandera brasileña. Pero de allí en más todo fue batucada a favor del local.
El partido fue muy parejo y jugado con cierto exceso de vehemencia por ambas partes. En ese marco la irregular actuación de los árbitros, Nelson Carreras (Brasil) y Alberto Granito (Argentina) fue determinante para que no terminara bien. En ambos países el arbitraje en pareja estaba en etapa experimental. La decisión de integrar una dupla con un juez de cada parte, hoy imposible, fue más política que técnico-deportiva y no dio resultados positivos.
Las diferencias de interpretación reglamentaria fueron evidentes y no faltaron algunos fallos “compensatorios”. Las características del partido, con largas posesiones (se aplicaba un criterio muy diferente al actual con relación al juego pasivo) que se trataban de interrumpir con defensas agresivas, favorecían los forcejeos y provocaron un goleo bajo, aún para aquellas épocas.
El primer tiempo, muy disputado, fue 7:4 para Brasil. Reaccionó Argentina y, promediando el complemento, pasó al frente 8:7. Empató Brasil y allí se terminó la normalidad. Carreras excluye por dos minutos a Hegemberger. Rubinhos pone el 9:8. Reingresa el defensor de Ballester; en seguida el juez brasileño vuelve a excluirlo, ahora por cinco minutos, tal como marcaba el reglamento entonces. En inferioridad, Argentina retiene el balón y empata mediante un penal dudoso sancionado por Granito. Sorprende Esquerdinha tomando una pelota que estaba fuera del campo y logra el tanto.
El juez argentino sancionó saque lateral, pero Carreras -árbitro de campo- convalidó el gol. El extremo paulista se lo gritó en la cara a Granito, quien lo excluyó. Nuevo gol argentino y faltando 22 segundos chocan violentamente Rubinhos y Torres quien queda sangrando. Toost le reclama a Carreras que permitiera ingresar a los auxiliares y es excluido por protestar. Unzner y Basualdo deciden retirar el equipo, que se va al vestuario en medio de una rechifla ensordecedora. “Argentina fugó de la cuadra” fue el título del Diario Popular, mientras que la estadística registraría un escasísimo 10:9 como resultado final favorable a Brasil.
La síntesis del partido:
BRASIL: Alain; Caspar, Morelli (1), Wanderley (2), Celso (2), Rubinhos (3) y Esquerdinha (2) (FI). Evaristo, José Vicente y Divo. DT: Lima Rosa TOTAL: 10.
ARGENTINA: Boy; Hegemberger, Raggio (3), Rodríguez (1), Pawelski (4), Toost y Torres (FI). Márquez (1), Panizo. DT: Juan Carlos Basualdo. TOTAL: 9
La Copa volvió a disputarse en 1973 con victoria Argentina por 24:15 en el Luna Park, durante la clasificación mundialista; en 1977, en el Club Sirio, Brasil venció 19:17 y en 1979, en SAG Polvorines, Argentina se impuso 16:14 en el primer partido y perdía 12:13 en el segundo cuando se suspendió, faltando trece minutos, porque el técnico de Brasil se negó a retirarse cuando fue expulsado por protestas reiteradas.
Insólitamente nadie reclamó la entrega del trofeo que estaba en poder de Brasil por su triunfo en el 77. A principios de la década de los ochenta en un gesto conciliador, la Federación Paulista (aún no existía la Confederación Brasileña) lo reintegró a la FAH. “Ya volveremos a disputarlo en condiciones más normales” decía la nota oficial de devolución, sin saber que nunca más se pondría en juego.
Se extravió en la mudanza de FeMeBal y de la FAH de la calle Ciudadela al actual domicilio de la primera en la Av. Boedo. Muy deteriorada, fue recuperada en 2005 en esa sede, con la colaboración de Cleuza Fernández Días, empleada de la Federación, durante la búsqueda de antigua documentación para producir De Mano en Mano. Nunca se concretó su restauración y ha vuelto a desaparecer, tal vez definitivamente.
Más allá de lo anecdótico, la humilde y sufrida Copa Challenger marcó el inicio de un duelo que, ahora, luego de cincuenta años y setenta ediciones ha tenido el privilegio de alcanzar el nivel olímpico. Es historia.