Santiago Grassi, Gladys Erbetta y Germán Chiaraviglio llevaron la antorcha de Buenos Aires 2018 en su paso por Santa Fe. Cada uno en su época representó al deporte argentinos en los Juegos Olímpicos y, sin imaginárselos, se cruzaron con el fuego sagrado que los impulsó en toda su carrera.
(Prensa BA2018)
Santi, Dida y Chiara. Sí, ahí están tres de los portadores de la llama Olímpica de la juventud después de su paso por Santa Fe. Los tres posan para una postal que ninguno olvidará. Unidos por la antorcha que sigue iluminando la Argentina en cada visita, Grassi junto a Erbetta y Chiaraviglio vivieron una tarde-noche inolvidable en su ciudad natal.
El Tour de la Antorcha de Buenos Aires 2018, tras los dos primeros relevos por La Plata y Paraná, tocó Santa Fe, donde dejó su huella e iluminó a los miles de personas que se autoconvocaron con los valores Olímpicos de amistad, respeto y excelencia.
“Fue un orgullo enorme. Cuando llevaba el fuego sagrado se me pasaron por la cabeza mi historia, la historia del Movimiento Olímpico y lo que van a vivir los chicos que compitan en Buenos Aires 2018”, manifestó Germán Chiaraviglio, finalista en el Mundial de Beijing 2015 y en los Juegos Olímpicos de Rio 2016 y medalla de plata en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 con récord argentino, fue uno de los portadores de la llama Olímpica y el encargado de encender el pebetero santafesino.
El garrochista de 31 años, que fue campeón mundial juvenil en Sherbrooke, Canadá, 2003 y Beijing, China, 2006, fue el último de los deportistas, personalidades de la cultura y de la comunidad santafesina encargado de portar la llama olímpica, tras lo cual aseguró: “que la llama recorra el país es dejar una huella de la importancia que tiene para nosotros el Olimpismo. Es algo inolvidable que haya pasado por Santa Fe”.
El fuego sagrado, que se encendió el pasado 24 de mayo en Atenas, seguirá su recorrido por el país, donde recorrerá 14 mil kilómetros del territorio nacional llevando su mensaje sobre el poder transformador del Olimpismo para la construcción de un mundo mejor.
Otro de los relevos por la capital santafesina estuvo a cargo de Gladys Erbetta. Ella es una histórica atleta santafesina de meritoria participación en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, donde participó en los 200 metros llanos, el salto en largo y en la posta 4×100 metros. A un paso de cumplir los 90 años – lo hará el próximo 28 de septiembre- Dida, tal como la apodan, transitó unos metros por la Costanera con la emoción de entender que su paso con la antorcha era una caricia al alma.
“Estuve muy nerviosa, pero muy contenta de poder llevar la llama Olímpica”, destacó unn Erbetta, leyenda viva del atletismo argentino, que tiene escrito su nombre con letras doradas en la historia deportiva del pueblo santafesino.
“Este paso del fuego sagrado espero que sirva para que los chicos practiquen cada vez más deporte en Argentina”, agregó la deportista, que el 25 de septiembre de 2013 fue homenajeada con un título muy especial: el Centro de Educación Física Nº 33 de su pueblo natal, Santo Tomé, fue bautizado con su nombre.
El otro protagonista de esta historia de película fue el nadador Santiago Grassi, que participó de los Juegos Olímpicos de la Juventud Nanjing 2014, siendo medalla de plata en 100 metros mariposa en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.
“Fue hermosos poder cruzar el puente con la antorcha. Estuvo toda mi familia y amigos presentes, lo que le dio un significado especial”, dijo el santafesino que tuvo su estreno Olímpico en la competencia para mayores en Rio 2016.
“Me sentí de una forma particular. Vi la llama en Nanjing y en Rio, pero poder llevarla en mi ciudad fue sentir el respeto que genera en mis manos”, concluyó el dueño de los récords nacionales en los 50 y los 100 metros mariposa, quien se instaló en Estados Unidos para estudiar Negocios y competir en la Universidad de Auburn, Alabama.
Ahí están los tres juntos. Cada uno escribió su propia historia en el Movimiento Olímpico. Y así, mientras el sol se esconde en el horizonte, Gladys sostiene con sus manos el fuego Olímpico. Ese que la impulsó a ella a esforzarse al máximo. El mismo espíritu que llevó a Chiaraviglio a no rendirse después de sufrir una dura lesión, volver y ser finalista en Rio 2016. Ese halo de luz que persigue Grassi desde que comprendió el significado de convertirse en atleta Olímpico.