Mientras la Selección que dirige Jorge Sampaoli luchará por llegar a los cuartos de final, en las calles de Rusia, los argentinos llenaron de celeste y blanco cada sede en la que Argentina jugó. Con hinchas que hicieron hasta lo imposible por no faltar a la máxima cita del fútbol mundial, nuestro corresponsal Matías Sartori, te cuenta cómo se vivió «El otro mundial», donde Argentina fue campeón sin discusión.
Matías L. Sartori (Agencia VEIEM 360)
SAN PETERSBURGO, Rusia –.Caía la noche en el estadio de San Petersburgo. El efímero anochecer se fusionaba con los primeros rayos del sol. La noche se hizo día. La oscuridad, claridad. Y esas pinceladas de luz solar iluminaban, de forma humilde, el rostro de cada hincha. Caras pintadas que parecían pequeñas para poseer semejantes sonrisas. Ellos también ganaron. Ellos ganaron el otro Mundial.
Chocaban las manos los voluntarios con los hinchas argentinos al grito de ¡congratulation! cuando se marchaban del estadio envueltos en el aura de la euforia. Como muchos, y como reza el hit nuevo de la hinchada, dejaron muchas cosas de lado para ver a la selección. Familias, amigos, trabajo. Kilómetros de distancias. Kilómetros de historias.
Todas unidas a una sola voz al grito de ‘GOL’ cuando Rojo penetraba las redes nigerianas. Todas agradeciendo a un mismo dios y abrazando a Messi, a la distancia, cuando levantaba los brazos al cielo. Allí, con el 10, estuvieron todos. Los miles que estuvieron en el estadio. Los que, por circunstancias, no pudieron llegar. Los cientos que estaban en el Fan Fest que se quedaron sin entradas. Los millones que se juntaron en su casa en Rosario, Buenos Aires, Mendoza o en algún rincón de la Patagonia para congregar sus plegarias a una caja eléctrica llamada tele. Cuarenta y pico de millones saltaron, invisiblemente, al césped del estadio de San Peterburgo para abrazar a Messi. Algunos encontraron en un hermano, una madre, un amigo o un desconocido de la cancha o el bar, a la persona idónea para fundirse en un abrazo como si al mismísimo Messi abrazaban. No era para menos, el fútbol, opio de los pueblos, es el medicamento infalible para los dolores sociales, políticos y hasta económicos. Y quienes estuvieron en Rusia, con el esfuerzo descomunal que supone, vivieron la locura de la victoria como un triunfo propio. Como una recompensa a horas de viajes, días durmiendo mal en hostales, eternas escalas en distintos aeropuertos y la distancia con sus seres queridos. El Mundial supone un esfuerzo mundial. Y ellos, hinchas de la bandera, conquistaron ‘su’ Copa del Mundo.
A ellos, almas en pena deambulando al regreso de Niznhi después de la catastrófica derrota ante Croacia, les debían este triunfo. A ellos, quienes hipotecaron su vida por conseguir una entrada ante Islandia, les correspondía ese abrazo, ese grito unificado, esa euforia en expansión, ese llanto con algún espontáneo ‘amigo’ que le devolvió el abrazo en la cancha. Ellos y ellas merecían salir del estadio y contemplar el amanecer ruso como una bendición a sus plegarias. A su esfuerzo. Y esos 11 pibitos, esos 23 muchachos, ese DT castigado de forma desmesurada, le devolvieron las ganas de creer con una inyección anímica que recordarán siempre. Aquí van algunas de las miles de historias de los hinchas que también juegan su propio Mundial.
EL FÚTBOL COMO INVITACIÓN A VOLAR
La victoria de Argentina fue el triunfo de Gerardo, de Palermo, 38 años e hincha de River que después de dos días de viajes y 6 escalas llegó a Moscú para alentar a la selección. Su pasión por el fútbol lo llevó a recorrer el mundo siguiendo al equipo millonario y al seleccionado nacional. También pagó su precio: días de laburo, sus hijos y su señora. Seguro, cuando sus pequeños se hagan mayores, heredarán su pasión futbolera y su esencia aventurera de recorrer el mundo. Como una tradición, allí se reencontró con amigos de su época de jugador de rugby. Se autodenominan ‘Los Limas’. En Rusia, volvieron a decir presente.
El HINCHA DE ATLANTA QUE VIAJÓ DE AUSTRALIA A RUSIA
El gol de Messi lo vivió desde el otro extremo del planeta: Australia. Jordan (26 años), futbolista hincha de Atlanta que juega en un equipo de Melbourne, Australia. Viajó a Rusia sin entradas con la intención de vivir el gran ambiente que se respira en una Copa del Mundo. Estuvo en Brasil hace 4 años y su experiencia lo llevo a un reto: vivir todos los Mundiales.
Pero además, con un aliciente especial. Aprendiendo el idioma de cada país anfitrión. ‘Para que mi experiencia mundialista sea tan productiva me propuse ir a cada sede hablando el idioma local. Estudié ruso un año de clases grupales y luego unos meses de particulares’, confiesa.
Jordan viajó unos días a Moscú para disfrutar de la atmósfera mundialista. Principal culpable de conquistar la Plaza Roja al ritmo del bombo y platillo. Un hincha que también gritó el gol con entusiasmo y, seguro, volverá a Rusia para los octavos. Allí te espera la hinchada.
UNA PAREJA CON UN AMOR EN COMÚN: ARGENTINA
El golazo de Rojo llenó de lágrimas los ojos de Patricio y Judith. Pareja de novios del barrio de Villa Urquiza que no se lo pensaron dos veces para vivir, posiblemente, el viaje de su vida. Visita previa en Barcelona y Berlín, llegaron a Rusia como una especie de viaje de novios con tintes futboleros. Después de estar casi dos días sin dormir haciendo Moscú-Niznhi y Niznhi-Moscú el mismo día para volverse con el 0-3 ante Croacia, la victoria ante Nigeria culminó el sueño que construyeron juntos: ver ganar a la selección en el Mundial. Eligieron buen partido.
TRES HERMANOS Y LA TARJETA DE PAPÁ
Los hermanos se han unido y esa es la ley primera. Así se lo tomaron Zeta (29), Estanislao (32) y Blas (22). Tres hermanos que verdaderamente lo dejaron todo por venir a Rusia. Meses de ahorro, ayuda de los viejos y un esfuerzo de novela para comprar, con su mayor optimismo, todas las entradas del hipotético camino hacia la final. Sin embargo, su esfuerzo no fue suficiente. Después de varios intentos sin éxitos, no tuvieron otra alternativa que agarrar la tarjeta de su viejo y comprar las entradas. Seguro lo llamaron desde Rusia para el día del padre a Tani.
Su aventura les hizo cruzarse con amigos de la infancia en uno de los miles de viajes. Locuras del Mundial. La magia de Rusia tiene estas cosas. Anoche, en San Petersburgo, se fusionaron en un abrazo. Sus viejos también estuvieron ahí, con ellos, desde la distancia. El esfuerzo valió la pena, muchachos.
UN HOMENAJE A LA AMISTAD
Santiago (30) y Federico (30) son dos argentinos cuyas familias son casi hermanas. Aunque el primero era de Buenos Aires y el segundo, cordobés, su amistad jamás entendió de fronteras. Fortalecieron los lazos sus familias, en concreto la madres ambos, cuando Santiago se mudó a Córdoba donde estuvo 10 años.Los caprichos de la vida, separaron a ambos amigos de la infancia cuando ‘Santi’ se fue a vivir a España hace 17 años. Su abuelo era íntimo amigo del tío abuelo de ‘Fede’. Sus abuelos, que en paz descansan, trabajan juntos y conformaron una amistad que fueron heredando.
En Rusia vivieron un reencuentro en honor a su infancia y a una amistad generacional. Se quedaron sin poder entrar contra Islandia, sufrieron contra Croacia desde el estadio y, anoche, en San Petersburgo, la vida los premió con un partido agónico y emocionante. Sus lágrimas selladas en un abrazo sobre la hora tiene un significado especial. Una prueba de la amistad a distancia. Seguro que sus abuelos, desde sus respectivas nubes, también se abrazaron juntos al verlos gritar el gol de Rojo.
DE EEUU A RUSIA CON LA BANDERA ALBICELESTE
Leandro es argentino y es director técnico de fútbol en un equipo universitario femenino de Santa Cruz en California (EEUU). También entrena a tres equipos juveniles. Se tomó un mes de su trabajo dejando sus cosas y su mujer que la bancó en esta aventura. Viajó a España a reencontrarse con sus viejos amigos con los que jugaba al fútbol en la UBA. Aquel equipo llamado ‘Bomba psicológica’ del interno de UBA no imaginaba que, años posteriores, se reencontrarían con Leandro en el Mundial.
La victoria ante Nigeria tiene un componente emocional diferente. Leandro se hizo un tatuaje en Rusia en su pierna izquierda en homenaje a un amigo que falleció hace 7 años. El primer tiempo lo vio sin sus amigos que estaban en otro sector. Sin embargo, su voluntad de ver el complemento con sus amigos lo llevó a recorrerse todo el estadio en el entretiempo hasta llegar, milagrosamente, hasta ellos. El 2-1 llenó sus ojos de lágrimas y su desahogo no solamente fue a nivel hincha. Después de dos graves lesiones en el talón de Aquiles y un año difícil, ese gol de Marcos Rojos volvió a teñir su vida de alegría, eufórica y felicidad plena. Llorando, dedicó su grito al cielo donde allí, su amigo Sebastián, al igual que cuando jugaban juntos a la pelota en la UBA, se alegró de compartir su pasión por el fútbol junto a todos los pibes.
IRSE A TRABAJAR AL EXTERIOR PARA IR AL MUNDIAL
La historia de Maru también es rocanrolesca. Ella y su novio, ambos de San Isidro, renunciaron a sus trabajos y se fueron a trabajar a Australia hace año para ahorrar, recorrer el mundo y acudir a la cita mundialista. Nueva Zelanda, Fiji y China fueron algunos de los países en donde comenzaron su ‘Road To Russia’. El tren siberiano los trajo a Moscú en el viaje de sus vidas.
Tuvieron la mala fortuna de entrar tarde al primer partido y perderse el golazo de Agüero. Contra Croacia, la suerte no los acompañó tampoco. Con el miedo de marcharse del Mundial a las primeras de cambio y con el temor de no gritar ningún gol de Argentina, acudieron a San Petersburgo. Allí cobraron vida sus sueños en formato de goles. Dejaron su garganta en dos gritos que significaron la clasificación. Sin embargo, al igual que muchos, recordaron todo lo que dejaron de lado para ver a la selección.
Historias anónimas. Historias reales. Vivencias que también juegan y sufren su Mundial. Mochilas llenas de ilusiones y suelas gastadas de caminar kilómetros para este momento. Lo consiguieron. Estamos en octavos. Pase lo que pase, la selección seguirá adelante o quedará eliminada. No lo sabemos. Lo que sí estamos seguro es que Gerardo, Jordan, Santiago, Fede, Patricio, Judith, Zeta, Estanislao, Blas, Leandro y Maru ya son los 11 ‘jugadores’ que ya se proclamaron campeones conquistando sus sueños.
Un equipo de desconocidos que tuvieronque, y tienen, un objetivo en común. Acompañar a la selección durante la Copa. De distintas partes, todos diferentes pero con un sentimiento albiceleste que comparten. Anoche, ganaron el otro Mundial.