Sin sacrificio no se consigue nada, hay que animarse». La idea empezó a dar vueltas en la cabeza de Gonzalo Carou en 2001, a poco de cumplir 21 años. El pivote amaba jugar al handball en River, donde llevaba tres años, pero su gran sueño era dar el salto a Europa. Recibió un llamado y le dieron una semana para pensarlo. El grandote de 1,93 metro no dudó. Armó las valijas, dejó el bullicio de su querida Buenos Aires y viajó a Éibar para jugar en Juventud Deportiva Arrate. Pasaron 18 años desde aquella tarde y miles de vivencias, al punto que ayer, con 39 años, batió un récord mundial vestido de celeste y blanco: es el único jugador que disputó 10 mundiales de handball. Un número impactante.
«Si lo pienso en frío es una locura, no caigo. No siento que haya pasado tanto tiempo. Sé que es un registro muy grande porque no lo consiguió nadie y me hace sentir más viejo. Es gratificante que tantos cuerpos técnicos hayan confiado en mí», explica Carou desde Copenhague, a La Nacion
La selección argentina es un espacio que tiene al pivote desde 1999. Fue capitán entre 2004 y 2007 y desde 2012 ejerce otra vez esa función tras el retiro de Andrés Kogovsek. Es parte de la historia grande de los Gladiadores. Ganó la medalla dorada en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011 y las de plata en Río de Janeiro 2007 y Toronto 2015. Y fue una pieza indispensable para dar el salto de calidad con las clasificaciones a los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016. Además, fue campeón en seis panamericanos de este deporte. Su visión, claro, se fue modificando a lo largo de estos casi 20 años. «Cambian mucho las expectativas y los conocimientos, pero nunca el espíritu: siempre formé parte de equipos combativos. Mi lugar en el grupo hace que vea todo de diferentes formas y no como hace 20 años. Fui creciendo, me convertí en capitán y ahora en veterano. Pero las ganas siempre son las mismas. El handball en la Argentina progresó mucho con la llegada del Enard», explica quien fue galardonado como Personalidad destacada del Deporte en Buenos Aires en 2012.
Asentado en España, Carou aterrizó en 2008 en Ademar, en el que fue capitán, e hizo de León su lugar de residencia. Es tal el cariño por esa ciudad que volvió en 2015, tras pasar una temporada en el Istres OPH de Francia. Admirador de Queen, Pink Floyd y Guns N’ Roses, Carou confiesa que en su tiempo libre le gusta mirar películas y compartir actividades con su mujer Constanza y sus hijos Mateo y Emma. León, donde ya jugó más de 400 partidos, aparece como el lugar ideal para una vida relajada. «Siempre será mi segunda casa. Estoy muy feliz, mis hijos nacieron ahí y mi esposa está cómoda. Me queda un año de contrato y luego la vida dirá qué nos depara». ¿Qué extraña de Buenos Aires además de sus seres queridos? «Ir a entrenarme a River, ir al colegio La Salle. Cada vez que voy de visita me invitan a dar charlas. Extraño también ese caos que vivimos en la ciudad, el ruido, aunque no lo parezca», confiesa.
¿Cuáles son las claves para mantenerse 20 años en la elite? «Genética, entrenamiento, ganas, suerte y constancia. Siempre tuve lesiones pequeñas y me mantuve firme. Además, me cuidé mucho en todo sentido», explica. Carou nunca deja de trazar nuevos objetivos. El sueño, ahora, es ser campeón en Lima 2019 y conseguir el pasaje a Tokio 2020. ¿El cierre ideal a su carrera? «Quiero volver a jugar en la Argentina. Siempre dije que voy a retirarme como arquero y pediré mi oportunidad».
Fuente: Diario La Nacion, Cronista: Fernando Vergara