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En la primera ronda del torneo de tenis de los Juegos Olímpicos el panorama para los argentinos no era fácil. Porque Federico Delbonis enfrentaba a Rafael Nadal y Juan Martín Del Potro tenía que vérselas con Novak Djokovic.
Luego que Nadal venciera a Delbonis por 6-2 y 6-1, hubo otros partidos pero el clima del Parque Olímpico se dividía entre el basquet de Brasil y Lituania (agotadas las localidades), Phels buscando su medalla 19 , la locura por las entradas para ver a Ginóbili y compañia enfrentando a Nigeria y la presentación del serbio Djokovic con «la torre de Tandil».
Justamente ya en horas de la noche y cuando mucha gente se encaminaba a ver el debut del «Alma» y parte de la Generación Dorada, se escuchaban aplausos y festejos en el estadio principal de tenis. Allí Juan Martín estaba terminando de construir uno de sus triunfos más resonantes por 7-6 y 7-6.
Ni él lo podía creer. Cuando terminó el partido, luego de abrazarse con Nole, Del Potro se quedó mirando a las tribunas y al cielo como diciendo ¿Qué hice?.
Es que lo del tandilense fue brillante porque el jugador europeo tuvo devoluciones espectaculares y aún así el argentino se las arregló para buscar el tiro que definiera el punto.
La derecha de Juan Martín tuvo una precisión y potencia impecable como la de 4 años atrás.
Jugó tiros profundos, abrió la cancha, movió al rival parecía que el golpe de derecho del sudamericano estaba programado por computadora, dada la sorprendente precisión.
El saque fue el arma clave de los dos jugadores, cada uno ganó sus juegos sin quebrarle al rival. La diferencia la hizo Del Potro al ganar con contundencia en los dos tie-break.
Triunfo notable del argentino que, por la jerarquía del rival, fue una victoria de oro.